Había algo que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza. Cada vez que miraba a mi alrededor, veía el rural, nuestros pueblos, veía casas cerradas, ventanas que ya no se abrían, jardines que crecían salvajes. Veía cómo se iba apagando esa luz que siempre había brillado en estas tierras, la misma que me acogió durante mi infancia entre risas y tardes jugando en patios de piedra.

Esta tierra tiene algo especial: la gente de aquí sabe lo que significa acoger. Nuestros mayores siempre tuvieron la puerta abierta para cualquiera que llegase, fuera de donde fuese. Esa hospitalidad corre por nuestras venas, y es la misma que yo quiero ofrecer ahora, tanto a quienes confían en mí sus propiedades como a quienes buscan un refugio auténtico lejos del ruido.

MARural nació de esa necesidad urgente de hacer algo. De poner mi experiencia profesional al servicio de lo que más amo: esta tierra que me vio crecer y las personas que, como yo, creen que estos pueblos merecen una segunda oportunidad.

Entiendo lo que significa tener una propiedad rural que no puedes atender como te gustaría. Entiendo la preocupación de ver cómo una casa que ha sido hogar de generaciones se va deteriorando. Y entiendo también el sueño de ver esos espacios llenos de vida otra vez, acogiendo a personas que buscan la paz que solo se encuentra aquí.

Por eso cuido cada propiedad como si fuera mía, porque en cierto modo lo es. Porque cada casa que gestionamos es una historia que salvamos, un pedazo de esta tierra que vuelve a respirar.